Para la mayoría de nosotros será la primera vez en todo el curso que venimos a nuestra capilla ¿verdad? Este lugar tan especial del colegio, en el que tantas cosas hemos pensado y sentido... Este año estamos haciendo muchos sacrificios por cuidar unos de otros. No venir a nuestra capilla ha sido uno de ellos. Pero hoy podemos hacerlo y es buen momento para ello, porque venimos a acompañar un ratito a Jesús en el mayor de los sacrificios: entregar la vida por amor a los hombres. Vamos a aprovechar este momento.
Antes de morir Jesús, uno de sus amigos, Judas, lo
traicionó y lo vendió. Los responsables de su pueblo, que debían velar por el
bien de todos, estaban detrás de esa traición e hicieron todo lo necesario para
que lo condenaran a muerte. El gobernador, de quien dependía esa decisión,
tenía dudas, pues no veía culpa en él, pero la presión de los responsables y el
griterío de la gente del pueblo pidiéndole que lo crucificaran pudieron más que
sus dudas. Jesús pudo haberse defendido, pero no lo hizo.
Lo azotaron, lo insultaron, le clavaron una corona de
espinas, le escupieron, lo desnudaron, lo golpearon y se rieron de él. Le
hicieron cargar con la cruz en la que luego lo clavaron, junto a dos
malhechores. Los que pasaban lo insultaban y lo provocaban. Sus amigos se
fueron yendo, solo quedaron su madre, Juan y algunas mujeres. Se sintió
abandonado. Y murió.
Siendo Dios te hiciste
hombre y aceptaste todos los sufrimientos por nosotros, por llenar de sentido
nuestras vidas y salvarnos. Te pusiste en nuestro lugar para asumir nuestra
debilidad, nuestros fallos, nuestras miserias... ¿por qué, Jesús?
Nos amas sin lógica,
sin medida, sin ganar nada a cambio. Nos amas porque lo tuyo es el Amor fiel.
Te miramos y te vemos humano, muy humano. Tu humanidad nos sobrecoge. Tu amor
nos deja sin palabras. Y así queremos estar hoy un momento ante Ti
Señor, en silencio, contemplando tu Cruz. Hablándote a solas desde el
corazón.