SECUND_Martes25Abril

Hacemos silencio interior, buscamos la calma de este ratito de oración y nos ponemos en presencia del Señor. En el nombre del Padre...

Hoy rezamos con una anécdota real que nos puede hacer pensar:

   

    Deseando dar ánimo a su hijo para que progresara tocando el piano, una madre llevó a su pequeño a un concierto de Paderewski.
    Tras sentarse, la madre vio a una amiga en la platea y fue a saludarla. El pequeño cansado de esperarla, se levantó y comenzó a recorrer el lugar hasta que llegó a una puerta donde estaba escrito “PROHIBIDA LA ENTRADA”. Aún así, entró.
    Cuando se ecuchó la tercera llamada y las luces se apagaron para dar comienzo al concierto, la madre volvió a su sitio y descubrió horrorizada que su hijo no estaba allí.
    Antes de que pudiera dar la voz de alarma, las cortinas del telón comenzaron a abrirse y una potente luz enfocó hacia el centro del escenario, donde había un impresionante piano. Se hizo el silencio en el público y la madre, al notar algo raro,dirigió hacia allí su mirada.
    Horrorizada, vio a su hijo sentado al teclado inocentemente, tocando las notas de… “Estrellita dónde estás”.
    En aquel momento, el gran maestro de piano hizo su entrada, rápidamente fue al piano y susurró al oído del niño, “No pares, continua tocando, lo estás haciendo muy bien”.
    Entonces, Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo.  Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y agregó un bello arreglo de melodía.  Juntos, el viejo maestro y el joven aprendiz transformaron una situación embarazosa en una situación maravillosamente creativa.
    No está demás decir que ¡El público estaba emocionado!

Así son las cosas cuando uno está con Dios, nuestro mejor Maestro.

Lo que podemos conseguir por nuestros propios medios lo hacemos lo mejor posible, pero a veces los resultados no son exactamente buenos, no suenan como una música bella y fluída. 

Pero, cuando dejamos que las manos del Maestro acompañen a las nuestras, nuestras obras pueden ser verdaderamente maravillosas.

La próxima vez que te vayas a hacer algo importante, escucha atentamente.  Podrás oír la voz del Maestro, susurrando en tu oído, “No pares, continua tocando, lo estás haciendo muy bien”. Siente sus brazos amorosos a tu alrededor. Siente que sus fuertes manos están tocando el concierto de tu vida. Y confía en que todo va a ir bien.

Recuerda, Dios no llama a aquellos que son más capacitados, no llama a los mejores pianistas...
Él capacita a aquellos que son llamados y se queda tocando con ellos, acompañando y embelleciendo sus vidas.

Traemos la vida ante el Señor: ¿Qué nos ha hecho pensar esta oración? Pedimos, damos gracias...


SANTA Mª EUGENIA DE JESÚS, 

RUEGA POR NOSOTROS