Nos ponemos en presencia del Señor. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN
En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».
Este texto nos presenta el "para quién" de María. Nos dice que se levantó deprisa y se fue. María reconoce un para quién en ese momento de su vida y lo antepone a su propio interés. Se olvida de sí misma y camina al encuentro de su prima Isabel, que estaba embarazada, y, ya mayor, necesitaba su ayuda. No lo duda; el amor la mueve, el tiempo apremia, su ser es para los demás… María, la esposa de José, la Madre de Jesús, la que se preocupa si en una boda falta el vino, la que es madre para los apóstoles cuando su Hijo se lo muestra en la cruz, María es el camino de entrega generosa hacia los demás. Como María puedes contemplar a tu alrededor dónde se encuentran tus “¿para quién?”, hacia dónde se inclinan tus pasos, hacia dónde tienden tus brazos, reconociendo a aquellos que te necesitan, que tienen sed, hambre, que sufren, que necesitan ser restaurados, acompañados…
ORACIÓN
María, llena de gracia y amor, acompaña e ilumina mi camino, enséñame a entregarme con esa prontitud y gozo con que tú lo hiciste, para que los demás encuentren también en mí el rostro de Jesús.
Quiero abrazar los deseos de Dios para mi vida, extender su Reino entre los que me rodean; ayúdame, María, a ver menos mis necesidades y más las de los demás, que crezca él y yo disminuya, sin miedos que paralicen mi entrega, confiado en que nada es imposible para Dios. Sus promesas se cumplen cuando soy para los otros.
SANTA MARÍA EUGENIA DE JESÚS,
RUEGA POR NOSOTROS