Respira con calma, relaja tu cuerpo y tu mente. No te preocupes por nada ahora... Haz silencio un momento... En este silencio nos ponemos en presencia de Dios, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN.
Hemos pasado unos días hablando sobre la vocación, sobre aquello a lo que cada uno se siente especialmente llamado. Pues hay una vocación que es común a todo cristiano y, en realidad, a todo hombre. Jesús se lo dijo muy claro a sus discípulos:
A vosotros os he llamado amigos porque os comuniqué cuanto escuché a mi Padre. No me elegisteis vosotros; yo os elegí y os destiné a ir y dar fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederé. Y esto es lo que os mando: que os améis unos a otros.
Nuestra vocación común, a lo que todos estamos llamados, es a amarnos unos a otros. Da igual si son mis amigos o no, da igual si les gusta lo mismo que a mí o no, da igual si tengo algo en común con ellos o no... estamos llamados a amar a los demás, a respetarlos y a tratarlos como hermanos.
Él nos eligió
Dios nos eligió
para mostrarnos unos a otros
el rostro del amor de Dios.
Somos el vocabulario de Dios;
palabras vivas
para dar voz a la bondad de Dios
con nuestra propia bondad,
para dar voz a la compasión, la ternura,
la solicitud y la fidelidad de Dios
con las nuestras propias.
Leo Rock, sj