Hacemos silencio poco a poco en nosotros mismos, respiramos con profundidad y dejamos que nuestro cuerpo y nuestra mente se vayan llenando de paz.
Nos ponemos en presencia de Dios, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. AMÉN.
Cuando los discípulos se encuentran con Jesús resucitado Él les dice "Paz a vosotros" y ¡todos se llenaron de alegría!
Sin embargo, a uno de ellos que se llamaba Tomás y que no lo vio ese día... le costó mucho más abrir su corazón y creer que Jesús siguiera entre ellos. A nosotros puede ocurrirnos igual. Tener el "corazón cerrado", puede hacer que estén ocurriendo cosas muy buenas en nuestra vida y que no seamos capaces de reconocerlas.
¿Cómo de abierto o cerrado crees que está tu corazón?
Los discípulos, cuando supieron que Jesús estaba con ellos, ya no se quedaron escondidos. Tampoco se limitaron a compartirlo solo entre ellos.
"Paz a vosotros", repitió Jesús, "Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo"
A nosotros también nos envía...
¿A qué intuyes que te envía a ti?
¿Hay algo a lo que te sientas especialmente llamado? Piénsalo despacio... con el corazón. Aquí van algunas ideas:
Rezamos esta oración y hacemos eco repitiendo lo que más nos haya "tocado el corazón"
Ayúdame, Señor, a desterrar del corazón el egoísmo que tantas veces lo envuelve todo y no me deja caminar.
Ayúdame a no fracasar en el intento de estar atento a las necesidades de los demás.
Ayúdame, Señor, a sentir con tu corazón, no quiero vivir más siendo insensible.
Ayúdame a mirar con tus ojos.
Ayúdame a ser mensajero de esperanza, a gastar mi tiempo en los demás.
Me duele tener las cosas claras en la mente y no tener la valentía de ponerlas en práctica.
Dame fuerza, Señor, para que tu Palabra y mis deseos lleguen a hacerse realidad.
Santa Mª Eugenia de Jesús,
ruega por nosotros.