Viernes, 5 de abril



Próximo domingo: quinto domingo de cuaresma

1.    Silencio, calma… respiramos. Nos ponemos en presencia de Dios. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.  
2.   Reflexión: Vamos a rezar juntos esta oración antes de escuchar la lectura del próximo domingo

3.   Oración:
ORACIÓN PRIMARIA
Señor, que el Espíritu Santo
le de calma a nuestro corazón
para escuchar con él lo que vas a decirnos,

Señor, que el Espíritu Santo
prepare nuestra mente,
para que podamos entender lo que vas a decirnos.

Señor, que el Espíritu Santo
quite de nuestro corazón y nuestra mente las cosas que no sean buenas,
que nos cure de lo que nos duele y entristece
y nos haga muy fuertes en tu amor.
Amén

ORACIÓN SECUNDARIA
Danos tu Espíritu, Señor,
que serene nuestro corazón,
abra nuestros sentidos
y nos disponga a acoger tu Palabra,
.
Danos tu Espíritu, Señor,
que prepare nuestra inteligencia,
nos revele la verdad
y nos haga dóciles a tu enseñanza.

Danos tu Espíritu, Señor,
que abra nuestro corazón a tu misericordia,
que sane nuestras miserias,
y nos haga fuertes en tu amor.
Amén





4.   Lectura del evangelio:
Jesús estaba en el templo, todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?” Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra”. E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó sólo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?” Ella contestó: “Ninguno, Señor”. Jesús dijo: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”.
Comentario a la Palabra:
En Israel, el adulterio era tenido por delito público contra lo prescrito por Dios y la ley lo castigaba con la muerte. Jesús es puesto en una situación comprometida, pero su respuesta es clara: siempre hay lugar para el perdón, el amor y la vida. La ley de la que Jesús habla se basa en el amor, no en el cumplimiento estricto de leyes, normas y preceptos.
La mujer no era inocente, pero los que la traían la estaban maltratando y acusando cuando ellos mismos tenían muchas faltas y pecados. El juicio de Jesús es doble: a los acusadores les devuelve su pecado, y a la acusada le da el perdón, la paz y un futuro nuevo. Este modo de obrar nos manifiesta el rostro de Dios.
Lo que la mujer adúltera necesitaba no eran piedras, sino un corazón misericordioso y una mano amiga que le ayudara a levantarse. Ojalá lleguemos a descubrir que lo que muchas personas necesitan no es la condena, sino alguien que les ayude y les ofrezca una posibilidad de empezar de nuevo.
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Santa Mª Eugenia de Jesús, ruega por nosotros.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.