En una sociedad donde reina la prisa, la interacción digital y la falta de tiempo, muchos creen que ser amable está en desuso. Así, por ejemplo, nos cuesta trabajo pararnos para saludar a alguien con calma y preguntarle por la salud.
Una persona amable, según la RAE, es “digna de ser amada, afable, complaciente y afectuosa”. Ser amable significa ser capaz de transmitir cordialidad y simpatía, dignificando a los demás. Las personas amables facilitan la convivencia y la hacen más agradable. Y aunque sea por egoísmo.... Ser amable, activa la oxitocina y mejoran la hipertensión y los problemas cardiovasculares, bajan los niveles de colesterol y disminuye la sensación de dolor. Todos estos efectos nos conducen a una sensación de equilibrio y bienestar interior.
Revisa un momento cómo son tus relaciones con tu familia, amigos, compañeros del colegio, vecinos...
¿Intentas generar un vínculo más agradable y que tu relación sea más cercana?
Invierte en las personas. Ofrece tu presencia y ayuda reales. (No vale un “para cualquier cosa que necesites...” vacío de contenido). Prueba a ser amable. Hay mucho en juego. Si te lo propones de verdad, eres capaz de alterar tu cerebro, tus emociones y tu bioquímica. En una sociedad que tiende a la soledad y al aislamiento, busca salir de ti mismo.
Tu vida se mide no por lo que recibes, sino por lo que das.